Al igual que hay diversos caminos para llegar a Santiago, hay peregrinos de toda clase y edades: silenciosos, habladores, rápidos y otros que se toman el tiempo; están los que se cargan con demasiadas cosas y los que van ligeros. Hay peregrinos jóvenes y los que no lo son tanto, hay de todo, pero con toda seguridad no hay muchos como este bebé de unos ocho meses que hace el camino en una mochila en la espalda de su madre. Salieron de Roncesvalles y llegarán "hasta donde el angelito aguante". Esto sí es espíritu peregrino, el de la madre, que tiene que llevar tantos kilos encima. Desde Pamplona vamos encontrándonos con ellos, y dos veces hemos compartido dormitorio en el albergue. Sí, el Camino es un lugar de encuentro de peregrinos y -también- de personajes que ya forman parte de él. Uno de ellos nos lo encontraremos a la entrada de Logroño, Doña María, que sentada delante de su casa nos sella la Credencial y nos da unos momentos de charla, siguiendo la tradición que desde años tenía su madre Felisa. Otro personaje es Marcelino, el peregrino pasante, que tiene su tenderete organizado; sella también y ofrece fruta y bordones a quien se detiene. Es una estampa clásica del Camino. Pero realmente es el encuentro con uno mismo la experiencia más enriquecedora que nos hace conocer nuestros alcances y límites en el camino de nuestro propio destino.
El adiós a Logroño se hace sin prisas por unas calles aún dormidas, mientras los servicios de limpieza recogen bolsas, plásticos, latas y botellas, restos de la fiesta de ayer. La salida hacia las afueras de la ciudad es larga, pero enseguida el paisaje se torna ondulado, terreno arcilloso con campos de vid. Por un camino de árboles llegamos al pantano de la Grajera. Allí donde hay agua, hay patos que se arremolinan esperando no sé qué, y yo pierdo la nación del tiempo, no lo percibo, mientras unos peregrinos nos adelantan con pasos ligeros y un ¡buen camino! Un camino que nos sorprende con las ruinas del que fuera hospital de San Juan de Acre, fundado para el cuidado y descanso de los que iban a Santiago. Las nobles piedras merecen mi respeto y me detengo. En realidad durante todo el Camino nos iremos encontrando con toda clase de piedras con lenguaje propio a través de la forma, el color y la textura, pero también siendo lenguaje en manos de otros. Reverbecen de luz y surgen en ellas las imágenes de aquellos que buscaban refugio para mitigar su sed y su cansancio. Ahora no se percibe nada de aquel trasiego, las piedras que quedan aquí están en soledad. Aún así, y erosionadas por las lluvias, el viento y el sol, siguen transmitiendo energía y carácter. Otras -la fachada del hospital- tienen una nueva vida en la entrada al cementerio de Navarrete, formando parte de su patrimonio monumental.
Hola Pilar, ¡cuanto me gustaría tener la experiencia de caminar ese especial camino!, rumbo de vital importancia en la historia del arte pues fue allí donde comenzaron a surgir las primeras manifestaciones de la arquitectura románica. El viaje ¿no?, ese viaje peregrino que es la vida, ese viaje que no sólo transcurre adentro si no intensamente dentro.
ResponderEliminarUn abrazo!
Siempre he tenido ganas de hacer el Camino de Santiago, supongo que algún día me animaré y lo hare. Debe de ser una experiencia fantástica...
ResponderEliminarEnhorabuena por tu blog.
Un saludo!