Codex Calixtinus

"Todos los pueblos irán en peregrinación hasta la consumación de los siglos"

jueves, 30 de septiembre de 2010

La leyenda de Cunera

Una peregrinación



Esta leyenda tiene su origen alrededor del siglo IV DC. Cunera, princesa de York, fue a principios del año 337 acompañando a Santa Ursula y 11.000 vírgenes, de peregrinación a Roma. En el camino de regreso, el barco en el que viajaban fue asaltado por los Hunos que asesinaron de una manera brutal a todas las jóvenes. Sólo Cunera logra salir con vida, salvada por el rey Radbout, que la lleva con él a su castillo en Rhenen (Utrecht, Holanda), donde lleva una vida religiosa y caritativa, ayundando a los necesitados. La admiración que todo el pueblo tiene por ella provoca los celos de la esposa de Radboud, la reina Aldegonde, que después de varios intentos de desacreditarla ante el rey, trama un plan para deshacerse de ella.

Así, cuando Radbout y sus hombres salen un día de caza, estrangula a Cunera con el chal que esta había recibido de sus padres como regalo, y la entierra –junto con el chal- en los establos. Al regreso del rey y preguntar este por Cunera, Aldegonde le dice que regresó con sus padres. Mientras, los caballos se niegan a entrar en el establo. Rabbout se extraña al ver en el interior la tierra movida y decide excavar en ese sitio. Una vez que han removido la tierra encuentran el cuerpo de Cunera. Radbout descubre el engaño y la terrible acción de su esposa y la castiga azotándola. Más tarde, Aldegonde, terminará loca tirándose desde el monte Grebbeberg. Cunera es enterrada en un lugar que será más tarde conocido como "La colina de Cunera".

Pasa cierto tiempo, y unos trecientos años después de su muerte los habitantes de Rhenen piden al obispo Willibrord que declare santa a la jóven. Según la historia, al abrir el sarcófago encuentran el cuerpo de Cunera y el chal intactos. En el año 694 el chal es depositado en la iglesia Pieterskerk en Rhenen. Desde entonces es venerado durante largo tiempo y atrae a muchos peregrinos, conviertíendose la ciudad en un lugar de peregrinación muy visitado. Con las ganancias de las indulgencias se construye –alrededor del año 1500- la iglesia Cunerakerk.

Hoy también yo he sido peregrina en Rhenen. He seguido un camino paralelo a lo que antiguamnte fue la ruta histórica de una procesión que recorría diversos puntos relacionados con la leyenda de Cunera, y a la que la Reforma puso fin. El lugar ha sido testigo silencioso de un complejo mundo de imágenes que han dejado huellas a través del tiempo, vestigios de una existencia que nos invita a observar la naturaleza, comunicativa y generosa de nostalgias. El día invita a este paseo, un recorrido de veintisiete kilómetros por un terreno boscoso y de colinas de suaves pendientes donde encuentro una flora variada, aves, ovejas, vacas e incluso ciervos que, en ocasiones, se dejan ver. Oigo cómo se agitan las ramas, que ofrecen perezosas sombras donde descansar. Con cada uno de mis pasos percibo el crujir de las hojas que cayeron, una leve protesta ante mi descuido. Respira el aire. Son sonidos que permiten apreciar la composición poética de lo que me rodea. Un paisaje que surge entre caminos y sendas, abadías, monasterios, capillas y granjas, elementos que marcaron los límites de una herencia cultural.

Son veintisiete kilómetros de peregrinaje compatibles con ese otro Camino que me ha llevado a Santiago. Al igual que en la ciudad del Santo, también Rhenen –ciudad felíz y con encanto- tiene su iglesia aunque está sujeta a las normas que le impuso la Reforma, pero hay elementos que la devuelven a la realidad. En su interior el coro, la silleria, el órgano, la pila bautismal, conservan su carácter primigenio; faltan las reliquias de la Santa que fueron dispersas, pero conserva una de las tres torres más altas de Holanda con ochenta y dos metros de altura, y uno de los pocos doksalen que quedan en el país, con representaciones alegóricas de las tres Virtudes Capitales, Fe, Esperanza y Caridad. Aquí no se necesita Carta probatoria o Credencial para acreditar que se visita el templo. El silencio y la quietud forman el testimonio que recibes.

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